domingo, 23 de febrero de 2020

RESUMEN DE MONTES MORA, JAUME. ¿CÓMO SER ANTICAPITALISTA EN EL SIGLO XXI? UNA NUEVA PERSPECTIVA RADICAL DE LA MANO DE ERIK OLIN WRIGHT.


UNIVERSIDAD BOLIVARIANA DE VENEZUELA
VICERRECTORADO ACADÉMICO
DIRECCIÓN GENERAL DE PRODUCCIÓN Y RECREACIÓN DE SABERES
COORDINACIÓN REGIONAL DE PRODUCCIÓN Y RECREACIÓN DE SABERES
EJE GEOPOLÍTICO REGIONAL “GENERAL CIPRIANO CASTRO”


 RESUMEN DEL CAPÍTULO 5. APORTES PARA UNA TEORÍA ANTICAPITALISTA DE DERECHOS HUMANOS


RESUMEN DE MONTES MORA, JAUME. ¿CÓMO SER ANTICAPITALISTA EN EL SIGLO XXI? UNA NUEVA PERSPECTIVA RADICAL DE LA MANO DE ERIK OLIN WRIGHT.




PARTICIPANTE:
William Augusto Ambrosetti Rincón
C.I.  Nro. 9229916

UNIDAD CURRICULAR:
   Construcción Social de los Derechos Humanos
Maestría en Derechos Humanos



San Cristóbal, febrero 2020


RESUMEN DEL CAPÍTULO 5
APORTES PARA UNA TEORÍA ANTICAPITALISTA DE DERECHOS HUMANOS
     Los derechos humanos son reivindicaciones específicas que contribuyen o no a la satisfacción de las condiciones de la humanidad, ante relaciones de dominio, explotación y exclusión existentes en la sociedad por causas de modelos de civilización, relaciones sociales de producción, sistemas socioculturales, formas de organización política que establecen una determinada configuración que hace imposible la vida digna de las personas, incluida la naturaleza.
     De esta manera, es necesario analizar los derechos humanos en el marco del capitalismo como forma de organización social hegemónica, red global de poder, en la cual se reconoce la acumulación ilimitada de capital a partir de una clara asimetría de poder en las relaciones entre quienes detentan los medios de producción y quienes han de subordinarse a ellos, dado que solo pueden ofrecer su fuerza de trabajo a cambio de una remuneración salarial, establece Ramos Filho y Marques da Fonseca, citado por Gándara (2019). Es decir, una red global de poder que integra procesos tanto económicos como políticos y culturales, indica Castro Gómez y Grosfoguel, citado por Gándara (2019).
     La economía, por tanto, debe reconocerse en su capacidad para producir una determinada forma de ser humano (como sujeto productivo) y un tipo específico de orden social, plantea Escobar citado por Gándara (2019), basado en las exigencias del mercado propias del actual proceso de globalización capitalista del sistema neoliberal. Herrera Flores citado por Gándara (2019) indica que esta fase de la economía neoliberal globalizada se caracteriza, básicamente, por tres fenómenos. En primer lugar, por la ampliación constante de las fronteras de la acumulación capitalista (el trabajo productivo, el ocio, los conocimientos tradicionales). En segundo lugar, por la contaminación e impregnación de lo humano de las exigencias morales de dicha acumulación: competitividad, consumismo, egoísmo “racional”, individualismo, etc. Y, en tercer lugar, por la imposición de todos estos fenómenos en todas las escalas en que la vida y la productividad humanas se despliegan como si fueran procesos “naturales” e irreversibles. El mercado se transforma de esta manera en la mayor amenaza a la sostenibilidad de la vida. Las sociedades de mercado en este caso, están conformadas por sujetos aislados, que se perciben entre sí como competidores que deben orientarse por el logro del máximo beneficio personal.
     En el marco de este sistema societal, acontece el régimen civilizacional que Boaventura de Sousa Santos citado por Gándara (2019) ha definido como fascismo social, caracterizado por diversas formas de marginación (apartheid social, fascismo de la inseguridad, fascismo paraestatal, fascismo financiero…) de extensas masas de población que quedan excluidas de toda forma de contrato social: jóvenes de guetos urbanos populares, campesinos, trabajadores del posfordismo, etcétera.
     Ante este panorama, los desafíos teóricos y prácticos establecen que se necesita desnaturalizar las supuestas evidencias que el capitalismo ha logrado instalar como forma de pensamiento e imaginar alternativas concretas que permitan anudar el lazo social sobre la base de otro metabolismo que no sea el del capital.
1. NECESIDAD DE UNA APROXIMACIÓN TEÓRICA CAPAZ DE RECUPERAR LA ECONOMÍA POLÍTICA
     Reconocer que la lucha de los derechos humanos va más allá de su mero reconocimiento formal en los marcos normativos, atendiendo a la construcción de reales condiciones de vida digna en los diversos contextos en que las personas y los pueblos realizan sus proyectos vitales, exige recuperar el análisis crítico de la economía política en la comprensión de los derechos.  En este sentido, una economía política determinada puede privilegiar la reproducción del capital, otra la de la fuerza de trabajo y una tercera la del ser humano. La matriz óptima para imaginar, pensar y luchar por los derechos humanos es la que afirma la reproducción de la vida humana y de la Naturaleza, plantea Gallardo citado por Gándara (2019).
     El discernimiento crítico de los modelos económicos permite desnaturalizar supuestas posiciones “necesarias e ineludibles” en las formas de asignar los recursos en las sociedades. Cualquier propuesta de política económica y de economía política debe conocer de la centralidad de las necesidades humanas y de las formas de organización social posible para atenderlas, con el fin de no establecer ni reforzar dinámicas discriminatorias, autoritarias, totalitarias y de exterminio de lo humano y la naturaleza, plantea Gallardo citado por Gándara (2019). En función de ello, surge la contradicción entre los procesos de acumulación irrestricta de capital, base de la propuesta capitalista, y la asunción de derechos humanos entendidos desde el pensamiento crítico, porque buena parte de los marcos normativos son definidos en función de la dinámica de acumulación del capital, establece Senent de Frutos citado por Gándara (2019).
     Ante esta situación, necesitamos se requiere reconocer el papel del discurso de los derechos e identificar las potencialidades que recojan y animen otras prácticas. Un orden social sostenido sobre la base de la acumulación de capital, que legitima, por tanto, relaciones asimétricas en el acceso a la propiedad, en el manejo de la información, en la construcción de conocimiento y en el control de las condiciones necesarias para vivir dignamente, debe, con justa razón, calificarse como estructuralmente contrario a derechos humanos, plantea Gallardo citado por Gándara (2019).
2. CRITERIOS Y PRINCIPIOS ORIENTADORES
     Se requieren construcciones teóricas que integren en su discurso la gestación de condiciones que hagan posible transformar los impedimentos sociohistóricos que en cada caso concreto las personas y los pueblos requieren enfrentar para así poder acceder a las diferenciadas formas de vida digna. Se trata de una construcción que, sin pretender establecer de antemano cuáles han de ser esas condiciones y las capacidades necesarias para enfrentarlas, permita reconocer y animar alternativas frente a los múltiples mecanismos y estructuras de subordinación que la dinámica sociopolítica plantea, fundadas en las asimetrías de poder.
     En ese sentido, se considera el Criterio de Riqueza Humana formulado por Herrera Flores citado por Gándara (2019), como parte de su teoría de derechos humanos. Dicho criterio plantea la necesidad de que el ser humano esté en condiciones de reaccionar frente al entorno de relaciones en que vive. Así, el elemento paradigmático de los derechos humanos lo conformaría “la facultad para gozar del desarrollo de las capacidades humanas objetivadas social e institucionalmente” plantea Herrera Flores citado por Gándara (2019). Restablece el circuito de reacción cultural frente a aquellos contextos sociohistóricos que niegan el acceso a los bienes, tanto material e inmaterial, necesarios para la vida humana. El Criterio de Riqueza Humana ofrece un postulado concreto de acción.
     A partir de este criterio, Herrera Flores citado por Gándara (2019) plantea la lucha por los derechos humanos como lucha por la creación de condiciones para que cada actor social pueda definir y desarrollar su proyecto personal y colectivo de vida humana. Lo único que debe ser universalizado es el empoderamiento de los sujetos para que puedan reaccionar frente a su entorno de relaciones y construir así sus diferenciados proyectos de vida digna de manera diferenciada en cada contexto cultural, ético, social y político.
     En el mismo horizonte al que apunta el Criterio de Riqueza Humana formulado de Herrera Flores, Helio Gallardo plantea el Principio de Agencia Humana como parte de su pensamiento crítico en derechos humanos, entendiendo por ella la capacidad humana de producir realidad y dotar de carácter el quehacer en entornos no totalmente controlables. Para Helio Gallardo citado por Gándara (2019): “Derechos humanos tienen como referente básico la vocación de autonomía de los sujetos sociales como matriz de autonomía de los individuos o personas”.
     Ambas propuestas establecen que todo ser humano, en virtud de su propia diferencia, debe tener la capacidad de reaccionar frente a su entorno, dotando de sentido a su propia realidad. El objetivo que persigue, en síntesis, de David Sánchez Rubio citado por Gándara (2019) es que:
La totalidad de los grupos sociales intervenga tanto en la producción material y de significado como en la distribución y disfrute de los bienes sociales. No solo el objetivo es que todos obtengan comida, salud y techo, sino también que todos ayuden a decidir, desarrollar y controlar, activa y directamente, las diferentes instancias encargadas de organizar el acceso, la producción y la distribución de estos y de los demás bienes; los imaginarios y mitos sobre los que se articulan los proyectos de vida; las jerarquías en las formas de satisfacer las necesidades; etc. (p. 214).
     En este caso, es el proceso en que los seres humanos, desarrollando las capacidades necesarias para ello, se van constituyendo en autores de su propia historia; busca entonces “que la humanidad entera, como sujeto último de la historia, pueda llegar a ser la creadora y la dueña de su propio curso histórico, de la vida histórica entera, plantea Ellacuría, citado por Gándara (2019). Liberación que intenta hacer concreto el ejercicio de su libertad en las condiciones materiales e históricas que le son propias, al plantear: liberación de las necesidades básicas (“liberación de la opresión material”), liberación de las ideologías y de las instituciones jurídico-políticas deshumanizantes (“libertad ante la represión”), liberación personal y colectiva de todo tipo de dependencia que impide una autodeterminación plena, la liberación de sí mismo (frente a cualquier decantación idolátrica de un egocentrismo destructor, es necesario encontrarse con el otro). Una importante referencia desde el contexto latinoamericano, son las propuestas del sumak kawsay (buen vivir), a través del cual se expresa la lucha de “personas que desean ‘poder hacer su vida’, sin dejarlas a merced de factores que les son ajenos y hostiles”, plantea Gudynas y Acosta, citados por Gándara (2019).
     El Criterio de Riqueza Humana ofrece un basamento sólido sobre el que es posible formular un discurso de derechos humanos que responda a los desafíos que el actual orden social capitalista y su modelo civilizatorio presenta. Los aportes de Franz Hinkelammert, citado por Gándara (2019) postulan la necesidad de una racionalidad reproductiva, centrada en la producción, reproducción y desarrollo de las condiciones necesarias para la vida. Según este autor, se requiere un equilibrio que permita que el ámbito de esta razón instrumental, no afecte o impida el circuito natural de la vida humana, y el que todos los seres humanos se puedan integrar en él. Hacer posible esta incorporación del ser humano en el circuito natural de la vida, asegurando las condiciones de su producción y reproducción, sería el fundamento de los derechos humanos. Concepción de derechos humanos ofrecida por Herrera Flores citado por Gándara (2019), que identifica como “medios discursivos, expresivos y normativos que pugnan por reinsertar a los seres humanos en el circuito de reproducción y mantenimiento de la vida, permitiendo abrir espacios de interpelación, de lucha y reivindicación”.
     Hinkelammert citado por Gándara (2019) al hablar de derechos humanos como construcción de condiciones que aseguren la producción y reproducción de la vida, más allá de la mera sobrevivencia y continuidad biológica, indica:
Son los derechos de la vida humana en toda su amplitud [...]. No se trata simplemente de la integración en el circuito de la vida, de la cual depende todo ser corporal vivo. Se trata específicamente del circuito natural de la vida humana, que, por supuesto, presupone la naturaleza externa al ser humano. La conservación de esta naturaleza es una extensión necesaria de la vida humana y como tal extensión, jerarquizada por la vida humana, la propia naturaleza tiene un derecho a la vida también […]. Esta integración en el circuito natural de la vida humana es específicamente humana. Se trata de comer humanamente, vestirse humanamente, educarse humanamente. Por eso, toda integración en el circuito natural de la vida humana es a la vez cultural. Por eso presupone libertad. Implica por tanto libertades, que no se derivan del circuito natural de todos los seres vivos directamente (p. 463).
     Al considerar los derechos humanos desde esta recuperación de la economía política, permite comprenderlos desde las luchas sociales en el marco de sociedades con relaciones socioeconómicas asimétricas y conflictivas, con lo cual se logra dar cuenta de la relacionalidad propia del ser humano como ser social, indica Gallardo, citado por Gándara (2019). En esa línea argumentativa, esta forma de comprender los derechos humanos impulsa a crear condiciones que permitan frenar el automatismo del mercado irracionalmente absolutizado; un mercado que se reproduce a sí mismo sin otro criterio que la máxima eficiencia económica; lo que es contrario a la creación de condiciones que permitan una vida digna para todos y todas. Pero hacer frente a este desafío e impulsar las transformaciones necesarias, exige controlar los distintos poderes, tanto públicos como privados que ponen en riesgo a los derechos humanos.
     Franz Hinkelammert citado por Gándara (2019) plantea que los derechos humanos centrados en la propiedad privada se tornan imposibles de control, en vista que las burocracias privadas afirman su poder en nombre de los derechos humanos. En este caso, no es posible hablar de derechos humanos sin asumir la necesaria intervención sistemática en los mercados en función de asegurar las condiciones necesarias para vivir con dignidad.
3. REPENSAR EL ESTADO PARA PODER CONTROLAR LOS PODERES FÁCTICOS PRIVADOS
     El papel del Estado y su rol en los procesos de transformación social es necesario para que se haga efectivo el disfrute de los derechos humanos. La globalización neoliberal en el intento por hacer desaparecer el Estado, lo que en realidad pretende es transformarlo en función de sus intereses. En lugar de desregulación lo que está aconteciendo es una re-regulación que tiene como eje las reglas que el capitalismo requiere para intensificar su acción.
     El papel del Estado es fundamental para controlar a la población y para poner lo público al servicio de los intereses privados, plantea Hinkelammert, citado por Gándara (2019). De tal manera que, en lugar de una crisis del Estado, lo que se enfrenta es la transformación del modelo de Estado para ajustarlo a las demandas del capital globalizado. Sin embargo, el Estado, dependiendo de cómo se configure, puede ser de gran significación en la construcción de alternativas contra-hegemónicas. La configuración del Estado responde fundamentalmente a los intereses de los sectores sociales con mayor poder; sin embargo, no se debe obviar que su configuración también es producto de luchas llevadas adelante por diversos sujetos populares que intentaron superar situaciones de subordinación y exclusión. No se puede cometer la injusticia de invisibilizar los logros de las luchas populares, a lo largo de la historia.
     Se requiere complejizar la valoración que tradicionalmente se ha tenido sobre el Estado, al entenderlo como mera herramienta de dominación de una clase sobre otra, o bien considerarlo irrelevante o puro factor de corrupción que debe ser dejado de lado por los actores que buscan la emancipación social, como lo plantea De Sousa Santos, citado por Gándara (2019). Frente a tales posturas, se debe asumir el Estado como un campo de contradicciones sociales, que puedan ser aprovechadas por los movimientos populares, combinando, en la medida en que las circunstancias específicas lo permitan, “la lucha legal y la ilegal, la lucha institucional y la directa, la lucha dentro del Estado y la lucha fuera de éste”, plantea De Sousa Santos, citado por Gándara (2019). Proceso de un discernimiento permanente de acciones a partir del criterio del protagonismo y empoderamiento de los sectores sociales vulnerabilizados. Cambio en el tránsito del Estado burgués al Estado Democrático y Social, que discurre desde la formalidad de la declaración de los derechos a la esencialidad de su realización. Estado consolidado, con la fuerza necesaria para asumir y llevar adelante los proyectos presentados desde los movimientos sociales. Estado vigoroso capaz de intervenir y controlar al mercado.  Estado identificado y potenciado en su capacidad de control sobre las burocracias privadas.
     En general, es necesaria una posición responsable, capaz de responder por las consecuencias de la decisión a tomar. La lucha dependerá de cada contexto, del discernimiento que los propios actores realicen en su situación específica. Entendiendo los derechos humanos como una construcción sociohistórica, su posible reformulación ha de estar sometida a la dinámica que definan los actores sociales y las relaciones (de consenso, conflicto, construcción de hegemonía, etcétera) que entre ellos se constituyan. El discurso de los derechos humanos (la manera de comprenderlos, de narrarlos, de aplicarlos, de institucionalizarlos, etcétera) es, al fin y al cabo, un espacio de disputa. 
     Cuando se plantea que el Estado tiene obligaciones en materia de derechos humanos, se responde a una construcción social que puede ser reformulada. La pregunta, entonces, es: ¿qué forma de comprender y de aplicar los derechos resulta más provechosa de cara a lograr mejores condiciones de justicia, de vida digna? Al Estado le corresponden las obligaciones de respetar, defender, proteger, garantizar y promover los derechos, en los términos conocidos. Convendría afianzar y desarrollar herramientas legales, tanto en el plano nacional como en el internacional, y avanzar en el servicio que el Estado debe prestar supervisando, controlando y sancionando las acciones por parte de las empresas que afecten la calidad de vida de la gente; pero, al mismo tiempo, pensar en construir y desarrollar otras herramientas conceptuales, jurídicas, políticas, que permitan actuar en los escenarios que la globalización ha ido definiendo.
     Se trata de construir y consolidar nuevas formas de control democrático que permitan atender a las asimetrías creadas y susceptibles de ser transformadas, sometiendo así a actores hasta ahora no considerados por la doctrina dominante sobre los derechos. Evidentemente, esta construcción implicará un gran esfuerzo creativo, no exento de riesgos, y una gran osadía política para definir los mecanismos, instrumentos y sistemas de protección necesarios que más favorezcan a la construcción de vida digna para todos y todas, pero empezando por quienes se encuentran en condiciones más precarias para construir sus proyectos de vida: personas y colectivos sometidas a relaciones de explotación, exclusión, subalternización estructural.


RESUMEN
Montes Mora, Jaume. ¿Cómo ser anticapitalista en el siglo XXI? Una nueva perspectiva radical de la mano de Erik Olin Wright.
     La realidad que enmarca la sociedad actual establece, en líneas generales que como plantea Montes Mora, Jaume: “el sello distintivo del capitalismo es pobreza en medio de abundancia”. Es innegable que grandes naciones capitalistas se describen porque en ellas ha habido un alto crecimiento económico, mejoras tecnológicas e índices más altos de productividad, pero también es verdad que ese mismo sistema capitalista agrava las desigualdades, destruye el planeta y solo ofrece trabajos precarios para una gran mayoría social enajenada.
    De esta manera, lo necesario es lograr un mundo que mejore las condiciones de vida de la gente. El término “capitalismo” en palabras de Wright, citado por Montes Mora, Jaume, lo define como una economía de mercado en tanto que se trata de una dimensión en la que se coordinan una serie de intercambios voluntarios, ofertas, demandas y precios, combinada con una determinada estructura social en la que hay, como mínimo, dos clases enfrentadas. Los propietarios del capital que ejercen su poder a través de las empresas y el sistema económico, en un proletariado descontento que, a través de una ideología clara y rupturista, analiza las causas y las posibles soluciones a dicho sistema socioeconómico, a través de la lucha sindical o la resistencia individual.
     En este caso, una teoría anticapitalista de los derechos humanos debe ser vista desde una perspectiva anticapitalista para el siglo XXI, basada en intereses materiales de clase y fundamentada en valores morales, que permitan la inclinación hacia el apoyo de iniciativas anticapitalistas y la construcción en torno a valores morales de acciones motivadas por preocupaciones morales y no solamente por intereses económicos, incluso entre aquellos que tienen bien definida su posición social.
     La claridad de estos valores que se proponen es esencial para pensar en la conveniencia de las diferentes alternativas, porque no se trata solamente de analizar lo que está mal, sino también de plantear lo que es deseable. Wright citado por Montes Mora, Jaume, propone tres grupos de valores que deben ser centrales en la crítica moral del sistema capitalista: igualdad/justicia, democracia/libertad y comunidad/solidaridad.
     En primer lugar, en cuanto a la idea de igualdad/justicia, el sociólogo americano propone que “en una sociedad justa, todas las personas deberían tener igual acceso a los medios sociales y necesarios para vivir una vida próspera”, porque el capitalismo genera inherentemente un acceso desigual a las condiciones materiales necesarias para vivirla, consecuencia de: (1) la relación capital-trabajo, es decir, la existencia de mayor demanda que de oferta de trabajo, agravada por la globalización y que genera explotación; (2) los elementos de competitividad y riesgo intrínsecos al mercado capitalista, o sea, la división entre ganadores y perdedores; y, finalmente, (3) el crecimiento económico desmedido y la revolución tecnológica, que provocan la destrucción de puestos de trabajo pero, contrariamente al devenir histórico, no están fomentando la creación de nuevos.
     En segundo lugar: democracia/libertad, se hace referencia que en una sociedad plenamente democrática, todas las personas deberían tener igual acceso a los medios necesarios para participar en decisiones sobre cuestiones que afectan a sus vidas, pero el capitalismo, en cambio, actúa en contra de estos valores, porque muchas veces no hay control democrático sobre decisiones que afectan a un gran número de personas, existen presiones sobre la autoridad pública por parte de los capitalistas, la gente con recursos tiene mayor acceso al poder político que la gente que tiene menos, las empresas capitalistas están organizadas como dictaduras, la desigualdad material provoca desigualdades, etc.
     Finalmente, la comunidad/solidaridad como deber ser. Este tercer valor moral fundamental en la lucha anticapitalista expresa el principio según el cual las personas deberían cooperar unas con otras no solo porque se benefician personalmente, sino por el compromiso con los demás y el sentimiento de que es lo que se debe hacer”. El sistema socioeconómico actual actúa en completa oposición a dicha idea, porque fomenta la avaricia y el miedo, el individualismo competitivo y el consumismo privatizado.
     La superación por tanto del capitalismo, parte del hecho que el sistema socioeconómico, una vez analizadas las injusticias que provoca, debe ser erradicado y sustituido por uno nuevo en el que los ideales de justicia, democracia y solidaridad estén plenamente satisfechos. La resistencia a este sistema imperante ha sido liderada, eminentemente, por la sociedad civil, de modo que está estrechamente vinculada a los valores de comunidad y solidaridad. Además, suele estar impulsada por identidades que van más allá de la de clase social, como la etnia, la religión, el género, la orientación sexual, por lo que, poner en práctica modos de actuación basados en los valores de igualdad, democracia y solidaridad, como la producción y la distribución de bienes y servicios por parte del Estado, cooperativas dirigidas por los propios trabajadores, la economía del bien común, redes colaborativas, software libre, entre otras, pueden ser directamente anticapitalistas o, sencillamente, no capitalistas.
     En este caso, la superación hacia un sistema un poco más justo y democrático solo pasará por un proceso gradual transcendente en el tiempo, que busque, desee y necesite un cambio. Un cambio que debe fundamentarse en valores igualitarios, democráticos y solidarios. Es luchar por algo que permita superar un sistema intrínsecamente injusto y establecer una relación de compromiso sobre lo que es bueno para todos, a través de poner en el centro de la sociedad las diferencias individuales, tomando como base la constitución de todos los humanos: La Declaración Universal de los Derechos Humanos.

  
BIBLIOGRAFÍA
Gándara Carballido, Manuel (2019).  Los Derechos Humanos en el siglo XXI. Una mirada desde el pensamiento crítico. Instituto Joaquín Herrera Flores. 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires: CLACSO, Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, 2019. Librería Latinoamericana y Caribeña de Ciencias Sociales Conocimiento Abierto, Conocimiento Libre. http://biblioteca.clacso.edu.ar/clacso/se/20190830102123/Derechos_Humanos_sigloXXI.pdf
Montes Mora, Jaume. ¿Cómo ser anticapitalista en el siglo XXI? Una nueva perspectiva radical de la mano de Erik Olin Wright. https://latrivial.org/como-ser-anticapitalista-en-el-siglo-xxi-una-nueva-perspectiva-radical-de-la-mano-de-erik-olin-wright/





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La educación como derecho humano