UNIVERSIDAD BOLIVARIANA
DE VENEZUELA
VICERRECTORADO
ACADÉMICO
DIRECCIÓN GENERAL DE
PRODUCCIÓN Y RECREACIÓN DE SABERES
COORDINACIÓN REGIONAL
DE PRODUCCIÓN Y RECREACIÓN DE SABERES
EJE GEOPOLÍTICO REGIONAL “GENERAL CIPRIANO CASTRO”
RESUMEN
DE MONTES MORA, JAUME. ¿CÓMO SER ANTICAPITALISTA EN EL SIGLO XXI? UNA NUEVA
PERSPECTIVA RADICAL DE LA MANO DE ERIK OLIN WRIGHT.
PARTICIPANTE:
William
Augusto Ambrosetti Rincón
C.I. Nro. 9229916
UNIDAD CURRICULAR:
Construcción Social de los Derechos Humanos
Maestría en Derechos Humanos
San Cristóbal, febrero 2020
RESUMEN
DEL CAPÍTULO 5
APORTES
PARA UNA TEORÍA ANTICAPITALISTA DE DERECHOS HUMANOS
Los
derechos humanos son reivindicaciones específicas que contribuyen o no a la
satisfacción de las condiciones de la humanidad, ante relaciones de dominio,
explotación y exclusión existentes en la sociedad por causas de modelos de
civilización, relaciones sociales de producción, sistemas socioculturales,
formas de organización política que establecen una determinada configuración
que hace imposible la vida digna de las personas, incluida la naturaleza.
De esta
manera, es necesario analizar los derechos humanos en el marco del capitalismo
como forma de organización social hegemónica, red global de poder, en la cual
se reconoce la acumulación ilimitada de capital a partir de una clara asimetría
de poder en las relaciones entre quienes detentan los medios de producción y
quienes han de subordinarse a ellos, dado que solo pueden ofrecer su fuerza de
trabajo a cambio de una remuneración salarial, establece Ramos Filho y Marques
da Fonseca, citado por Gándara (2019). Es decir, una red global de poder que
integra procesos tanto económicos como políticos y culturales, indica Castro Gómez
y Grosfoguel, citado por Gándara (2019).
La
economía, por tanto, debe reconocerse en su capacidad para producir una determinada
forma de ser humano (como sujeto productivo) y un tipo específico de orden
social, plantea Escobar citado por Gándara (2019), basado en las exigencias del
mercado propias del actual proceso de globalización capitalista del sistema
neoliberal. Herrera Flores citado por Gándara (2019) indica que esta fase de la
economía neoliberal globalizada se caracteriza, básicamente, por tres
fenómenos. En primer lugar, por la ampliación constante de las fronteras de la
acumulación capitalista (el trabajo productivo, el ocio, los conocimientos
tradicionales). En segundo lugar, por la contaminación e impregnación de lo
humano de las exigencias morales de dicha acumulación: competitividad,
consumismo, egoísmo “racional”, individualismo, etc. Y, en tercer lugar, por la
imposición de todos estos fenómenos en todas las escalas en que la vida y la
productividad humanas se despliegan como si fueran procesos “naturales” e
irreversibles. El mercado se transforma de esta manera en la mayor amenaza a la
sostenibilidad de la vida. Las sociedades de mercado en este caso, están
conformadas por sujetos aislados, que se perciben entre sí como competidores
que deben orientarse por el logro del máximo beneficio personal.
En el marco
de este sistema societal, acontece el régimen civilizacional que Boaventura de
Sousa Santos citado por Gándara (2019) ha definido como fascismo social,
caracterizado por diversas formas de marginación (apartheid social, fascismo de
la inseguridad, fascismo paraestatal, fascismo financiero…) de extensas masas
de población que quedan excluidas de toda forma de contrato social: jóvenes de
guetos urbanos populares, campesinos, trabajadores del posfordismo, etcétera.
Ante este
panorama, los desafíos teóricos y prácticos establecen que se necesita desnaturalizar
las supuestas evidencias que el capitalismo ha logrado instalar como forma de
pensamiento e imaginar alternativas concretas que permitan anudar el lazo
social sobre la base de otro metabolismo que no sea el del capital.
1.
NECESIDAD DE UNA APROXIMACIÓN TEÓRICA CAPAZ DE RECUPERAR LA ECONOMÍA POLÍTICA
Reconocer
que la lucha de los derechos humanos va más allá de su mero reconocimiento
formal en los marcos normativos, atendiendo a la construcción de reales
condiciones de vida digna en los diversos contextos en que las personas y los
pueblos realizan sus proyectos vitales, exige recuperar el análisis crítico de
la economía política en la comprensión de los derechos. En este sentido, una economía política
determinada puede privilegiar la reproducción del capital, otra la de la fuerza
de trabajo y una tercera la del ser humano. La matriz óptima para imaginar,
pensar y luchar por los derechos humanos es la que afirma la reproducción de la
vida humana y de la Naturaleza, plantea Gallardo citado por Gándara (2019).
El
discernimiento crítico de los modelos económicos permite desnaturalizar
supuestas posiciones “necesarias e ineludibles” en las formas de asignar los
recursos en las sociedades. Cualquier propuesta de política económica y de
economía política debe conocer de la centralidad de las necesidades humanas y
de las formas de organización social posible para atenderlas, con el fin de no establecer
ni reforzar dinámicas discriminatorias, autoritarias, totalitarias y de
exterminio de lo humano y la naturaleza, plantea Gallardo citado por Gándara
(2019). En función de ello, surge la contradicción entre los procesos de
acumulación irrestricta de capital, base de la propuesta capitalista, y la asunción
de derechos humanos entendidos desde el pensamiento crítico, porque buena parte
de los marcos normativos son definidos en función de la dinámica de acumulación
del capital, establece Senent de Frutos citado por Gándara (2019).
Ante esta
situación, necesitamos se requiere reconocer el papel del discurso de los
derechos e identificar las potencialidades que recojan y animen otras
prácticas. Un orden social sostenido sobre la base de la acumulación de
capital, que legitima, por tanto, relaciones asimétricas en el acceso a la
propiedad, en el manejo de la información, en la construcción de conocimiento y
en el control de las condiciones necesarias para vivir dignamente, debe, con
justa razón, calificarse como estructuralmente contrario a derechos humanos,
plantea Gallardo citado por Gándara (2019).
2.
CRITERIOS Y PRINCIPIOS ORIENTADORES
Se
requieren construcciones teóricas que integren en su discurso la gestación de
condiciones que hagan posible transformar los impedimentos sociohistóricos que
en cada caso concreto las personas y los pueblos requieren enfrentar para así
poder acceder a las diferenciadas formas de vida digna. Se trata de una
construcción que, sin pretender establecer de antemano cuáles han de ser esas
condiciones y las capacidades necesarias para enfrentarlas, permita reconocer y
animar alternativas frente a los múltiples mecanismos y estructuras de subordinación
que la dinámica sociopolítica plantea, fundadas en las asimetrías de poder.
En ese
sentido, se considera el Criterio de
Riqueza Humana formulado por Herrera Flores citado por Gándara (2019), como
parte de su teoría de derechos humanos. Dicho criterio plantea la necesidad de
que el ser humano esté en condiciones de reaccionar frente al entorno de
relaciones en que vive. Así, el elemento paradigmático de los derechos humanos
lo conformaría “la facultad para gozar del desarrollo de las capacidades
humanas objetivadas social e institucionalmente” plantea Herrera Flores citado
por Gándara (2019). Restablece el circuito de reacción cultural frente a
aquellos contextos sociohistóricos que niegan el acceso a los bienes, tanto
material e inmaterial, necesarios para la vida humana. El Criterio de Riqueza
Humana ofrece un postulado concreto de acción.
A partir de
este criterio, Herrera Flores citado por Gándara (2019) plantea la lucha por
los derechos humanos como lucha por la creación de condiciones para que cada
actor social pueda definir y desarrollar su proyecto personal y colectivo de
vida humana. Lo único que debe ser universalizado es el empoderamiento de los
sujetos para que puedan reaccionar frente a su entorno de relaciones y
construir así sus diferenciados proyectos de vida digna de manera diferenciada
en cada contexto cultural, ético, social y político.
En el mismo
horizonte al que apunta el Criterio de Riqueza Humana formulado de Herrera
Flores, Helio Gallardo plantea el Principio
de Agencia Humana como parte de su pensamiento crítico en derechos humanos,
entendiendo por ella la capacidad humana de producir realidad y dotar de
carácter el quehacer en entornos no totalmente controlables. Para Helio
Gallardo citado por Gándara (2019): “Derechos humanos tienen como referente
básico la vocación de autonomía de los sujetos sociales como matriz de
autonomía de los individuos o personas”.
Ambas propuestas
establecen que todo ser humano, en virtud de su propia diferencia, debe tener
la capacidad de reaccionar frente a su entorno, dotando de sentido a su propia
realidad. El objetivo que persigue, en síntesis, de David Sánchez Rubio citado
por Gándara (2019) es que:
La
totalidad de los grupos sociales intervenga tanto en la producción material y
de significado como en la distribución y disfrute de los bienes sociales. No
solo el objetivo es que todos obtengan comida, salud y techo, sino también que
todos ayuden a decidir, desarrollar y controlar, activa y directamente, las
diferentes instancias encargadas de organizar el acceso, la producción y la
distribución de estos y de los demás bienes; los imaginarios y mitos sobre los
que se articulan los proyectos de vida; las jerarquías en las formas de
satisfacer las necesidades; etc. (p. 214).
En este caso, es el proceso en que los seres
humanos, desarrollando las capacidades necesarias para ello, se van
constituyendo en autores de su propia historia; busca entonces “que la
humanidad entera, como sujeto último de la historia, pueda llegar a ser la
creadora y la dueña de su propio curso histórico, de la vida histórica entera,
plantea Ellacuría, citado por Gándara (2019). Liberación que intenta hacer
concreto el ejercicio de su libertad en las condiciones materiales e históricas
que le son propias, al plantear: liberación de las necesidades básicas
(“liberación de la opresión material”), liberación de las ideologías y de las
instituciones jurídico-políticas deshumanizantes (“libertad ante la
represión”), liberación personal y colectiva de todo tipo de dependencia que
impide una autodeterminación plena, la liberación de sí mismo (frente a
cualquier decantación idolátrica de un egocentrismo destructor, es necesario
encontrarse con el otro). Una importante referencia desde el contexto
latinoamericano, son las propuestas del sumak kawsay (buen vivir), a través del
cual se expresa la lucha de “personas que desean ‘poder hacer su vida’, sin
dejarlas a merced de factores que les son ajenos y hostiles”, plantea Gudynas y
Acosta, citados por Gándara (2019).
El Criterio
de Riqueza Humana ofrece un basamento sólido sobre el que es posible formular
un discurso de derechos humanos que responda a los desafíos que el actual orden
social capitalista y su modelo civilizatorio presenta. Los aportes de Franz
Hinkelammert, citado por Gándara (2019) postulan la necesidad de una
racionalidad reproductiva, centrada en la producción, reproducción y desarrollo
de las condiciones necesarias para la vida. Según este autor, se requiere un
equilibrio que permita que el ámbito de esta razón instrumental, no afecte o
impida el circuito natural de la vida humana, y el que todos los seres humanos
se puedan integrar en él. Hacer posible esta incorporación del ser humano en el
circuito natural de la vida, asegurando las condiciones de su producción y
reproducción, sería el fundamento de los derechos humanos. Concepción de
derechos humanos ofrecida por Herrera Flores citado por Gándara (2019), que identifica
como “medios discursivos, expresivos y normativos que pugnan por reinsertar a
los seres humanos en el circuito de reproducción y mantenimiento de la vida,
permitiendo abrir espacios de interpelación, de lucha y reivindicación”.
Hinkelammert citado por Gándara (2019) al
hablar de derechos humanos como construcción de condiciones que aseguren la
producción y reproducción de la vida, más allá de la mera sobrevivencia y
continuidad biológica, indica:
Son
los derechos de la vida humana en toda su amplitud [...]. No se trata
simplemente de la integración en el circuito de la vida, de la cual depende
todo ser corporal vivo. Se trata específicamente del circuito natural de la
vida humana, que, por supuesto, presupone la naturaleza externa al ser humano.
La conservación de esta naturaleza es una extensión necesaria de la vida humana
y como tal extensión, jerarquizada por la vida humana, la propia naturaleza
tiene un derecho a la vida también […]. Esta integración en el circuito natural
de la vida humana es específicamente humana. Se trata de comer humanamente,
vestirse humanamente, educarse humanamente. Por eso, toda integración en el
circuito natural de la vida humana es a la vez cultural. Por eso presupone
libertad. Implica por tanto libertades, que no se derivan del circuito natural
de todos los seres vivos directamente (p. 463).
Al
considerar los derechos humanos desde esta recuperación de la economía
política, permite comprenderlos desde las luchas sociales en el marco de
sociedades con relaciones socioeconómicas asimétricas y conflictivas, con lo
cual se logra dar cuenta de la relacionalidad propia del ser humano como ser
social, indica Gallardo, citado por Gándara (2019). En esa línea argumentativa,
esta forma de comprender los derechos humanos impulsa a crear condiciones que
permitan frenar el automatismo del mercado irracionalmente absolutizado; un
mercado que se reproduce a sí mismo sin otro criterio que la máxima eficiencia
económica; lo que es contrario a la creación de condiciones que permitan una
vida digna para todos y todas. Pero hacer frente a este desafío e impulsar las
transformaciones necesarias, exige controlar los distintos poderes, tanto
públicos como privados que ponen en riesgo a los derechos humanos.
Franz
Hinkelammert citado por Gándara (2019) plantea que los derechos humanos
centrados en la propiedad privada se tornan imposibles de control, en vista que
las burocracias privadas afirman su poder en nombre de los derechos humanos. En
este caso, no es posible hablar de derechos humanos sin asumir la necesaria
intervención sistemática en los mercados en función de asegurar las condiciones
necesarias para vivir con dignidad.
3.
REPENSAR EL ESTADO PARA PODER CONTROLAR LOS PODERES FÁCTICOS PRIVADOS
El papel
del Estado y su rol en los procesos de transformación social es necesario para
que se haga efectivo el disfrute de los derechos humanos. La globalización
neoliberal en el intento por hacer desaparecer el Estado, lo que en realidad pretende
es transformarlo en función de sus intereses. En lugar de desregulación lo que
está aconteciendo es una re-regulación que tiene como eje las reglas que el
capitalismo requiere para intensificar su acción.
El papel
del Estado es fundamental para controlar a la población y para poner lo público
al servicio de los intereses privados, plantea Hinkelammert, citado por Gándara
(2019). De tal manera que, en lugar de una crisis del Estado, lo que se
enfrenta es la transformación del modelo de Estado para ajustarlo a las
demandas del capital globalizado. Sin embargo, el Estado, dependiendo de cómo
se configure, puede ser de gran significación en la construcción de
alternativas contra-hegemónicas. La configuración del Estado responde
fundamentalmente a los intereses de los sectores sociales con mayor poder; sin
embargo, no se debe obviar que su configuración también es producto de luchas
llevadas adelante por diversos sujetos populares que intentaron superar
situaciones de subordinación y exclusión. No se puede cometer la injusticia de
invisibilizar los logros de las luchas populares, a lo largo de la historia.
Se requiere
complejizar la valoración que tradicionalmente se ha tenido sobre el Estado, al
entenderlo como mera herramienta de dominación de una clase sobre otra, o bien
considerarlo irrelevante o puro factor de corrupción que debe ser dejado de
lado por los actores que buscan la emancipación social, como lo plantea De
Sousa Santos, citado por Gándara (2019). Frente a tales posturas, se debe asumir
el Estado como un campo de contradicciones sociales, que puedan ser
aprovechadas por los movimientos populares, combinando, en la medida en que las
circunstancias específicas lo permitan, “la lucha legal y la ilegal, la lucha
institucional y la directa, la lucha dentro del Estado y la lucha fuera de
éste”, plantea De Sousa Santos, citado por Gándara (2019). Proceso de un discernimiento
permanente de acciones a partir del criterio del protagonismo y empoderamiento
de los sectores sociales vulnerabilizados. Cambio en el tránsito del Estado
burgués al Estado Democrático y Social, que discurre desde la formalidad de la
declaración de los derechos a la esencialidad de su realización. Estado
consolidado, con la fuerza necesaria para asumir y llevar adelante los
proyectos presentados desde los movimientos sociales. Estado vigoroso capaz de
intervenir y controlar al mercado. Estado identificado y potenciado en su
capacidad de control sobre las burocracias privadas.
En general,
es necesaria una posición responsable, capaz de responder por las consecuencias
de la decisión a tomar. La lucha dependerá de cada contexto, del discernimiento
que los propios actores realicen en su situación específica. Entendiendo los
derechos humanos como una construcción sociohistórica, su posible reformulación
ha de estar sometida a la dinámica que definan los actores sociales y las relaciones
(de consenso, conflicto, construcción de hegemonía, etcétera) que entre ellos
se constituyan. El discurso de los derechos humanos (la manera de
comprenderlos, de narrarlos, de aplicarlos, de institucionalizarlos, etcétera)
es, al fin y al cabo, un espacio de disputa.
Cuando se
plantea que el Estado tiene obligaciones en materia de derechos humanos, se
responde a una construcción social que puede ser reformulada. La pregunta,
entonces, es: ¿qué forma de comprender y de aplicar los derechos resulta más
provechosa de cara a lograr mejores condiciones de justicia, de vida digna? Al
Estado le corresponden las obligaciones de respetar, defender, proteger,
garantizar y promover los derechos, en los términos conocidos. Convendría
afianzar y desarrollar herramientas legales, tanto en el plano nacional como en
el internacional, y avanzar en el servicio que el Estado debe prestar
supervisando, controlando y sancionando las acciones por parte de las empresas
que afecten la calidad de vida de la gente; pero, al mismo tiempo, pensar en
construir y desarrollar otras herramientas conceptuales, jurídicas, políticas,
que permitan actuar en los escenarios que la globalización ha ido definiendo.
Se trata de
construir y consolidar nuevas formas de control democrático que permitan
atender a las asimetrías creadas y susceptibles de ser transformadas,
sometiendo así a actores hasta ahora no considerados por la doctrina dominante
sobre los derechos. Evidentemente, esta construcción implicará un gran esfuerzo
creativo, no exento de riesgos, y una gran osadía política para definir los
mecanismos, instrumentos y sistemas de protección necesarios que más favorezcan
a la construcción de vida digna para todos y todas, pero empezando por quienes
se encuentran en condiciones más precarias para construir sus proyectos de
vida: personas y colectivos sometidas a relaciones de explotación, exclusión,
subalternización estructural.
RESUMEN
Montes
Mora, Jaume. ¿Cómo ser anticapitalista en el siglo XXI? Una nueva perspectiva
radical de la mano de Erik Olin Wright.
La realidad
que enmarca la sociedad actual establece, en líneas generales que como plantea Montes Mora, Jaume: “el sello distintivo del
capitalismo es pobreza en medio de abundancia”. Es innegable que grandes
naciones capitalistas se describen porque en ellas ha habido un alto crecimiento
económico, mejoras tecnológicas e índices más altos de productividad, pero
también es verdad que ese mismo sistema capitalista agrava las desigualdades,
destruye el planeta y solo ofrece trabajos precarios para una gran mayoría
social enajenada.
De esta
manera, lo necesario es lograr un mundo que mejore las condiciones de vida de
la gente. El término “capitalismo” en palabras de Wright, citado por Montes
Mora, Jaume, lo define como una economía de mercado en tanto que se trata de
una dimensión en la que se coordinan una serie de intercambios voluntarios,
ofertas, demandas y precios, combinada con una determinada estructura social en
la que hay, como mínimo, dos clases enfrentadas. Los propietarios del capital que
ejercen su poder a través de las empresas y el sistema económico, en un proletariado
descontento que, a través de una ideología clara y rupturista, analiza las
causas y las posibles soluciones a dicho sistema socioeconómico, a través de la
lucha sindical o la resistencia individual.
En este
caso, una teoría anticapitalista de los derechos humanos debe ser vista desde
una perspectiva anticapitalista para el siglo XXI, basada en intereses
materiales de clase y fundamentada en valores morales, que permitan la inclinación
hacia el apoyo de iniciativas anticapitalistas y la construcción en torno a
valores morales de acciones motivadas por preocupaciones morales y no solamente
por intereses económicos, incluso entre aquellos que tienen bien definida su
posición social.
La claridad
de estos valores que se proponen es esencial para pensar en la conveniencia de
las diferentes alternativas, porque no se trata solamente de analizar lo que
está mal, sino también de plantear lo que es deseable. Wright citado por Montes Mora, Jaume, propone tres grupos de valores que
deben ser centrales en la crítica moral del sistema capitalista:
igualdad/justicia, democracia/libertad y comunidad/solidaridad.
En primer
lugar, en cuanto a la idea de igualdad/justicia,
el sociólogo americano propone que “en una sociedad justa, todas las personas
deberían tener igual acceso a los medios sociales y necesarios para vivir una
vida próspera”, porque el capitalismo genera inherentemente un acceso desigual
a las condiciones materiales necesarias para vivirla, consecuencia de: (1) la
relación capital-trabajo, es decir, la existencia de mayor demanda que de
oferta de trabajo, agravada por la globalización y que genera explotación; (2)
los elementos de competitividad y riesgo intrínsecos al mercado capitalista, o
sea, la división entre ganadores y perdedores; y, finalmente, (3) el
crecimiento económico desmedido y la revolución tecnológica, que provocan la
destrucción de puestos de trabajo pero, contrariamente al devenir histórico, no
están fomentando la creación de nuevos.
En segundo
lugar: democracia/libertad, se hace
referencia que en una sociedad plenamente democrática, todas las personas
deberían tener igual acceso a los medios necesarios para participar en
decisiones sobre cuestiones que afectan a sus vidas, pero el capitalismo, en
cambio, actúa en contra de estos valores, porque muchas veces no hay control
democrático sobre decisiones que afectan a un gran número de personas, existen
presiones sobre la autoridad pública por parte de los capitalistas, la gente
con recursos tiene mayor acceso al poder político que la gente que tiene menos,
las empresas capitalistas están organizadas como dictaduras, la desigualdad
material provoca desigualdades, etc.
Finalmente,
la comunidad/solidaridad como deber
ser. Este tercer valor moral fundamental en la lucha anticapitalista expresa el
principio según el cual las personas deberían cooperar unas con otras no solo
porque se benefician personalmente, sino por el compromiso con los demás y el
sentimiento de que es lo que se debe hacer”. El sistema socioeconómico actual
actúa en completa oposición a dicha idea, porque fomenta la avaricia y el
miedo, el individualismo competitivo y el consumismo privatizado.
La
superación por tanto del capitalismo, parte del hecho que el sistema
socioeconómico, una vez analizadas las injusticias que provoca, debe ser
erradicado y sustituido por uno nuevo en el que los ideales de justicia,
democracia y solidaridad estén plenamente satisfechos. La resistencia a este sistema
imperante ha sido liderada, eminentemente, por la sociedad civil, de modo que
está estrechamente vinculada a los valores de comunidad y solidaridad. Además,
suele estar impulsada por identidades que van más allá de la de clase social,
como la etnia, la religión, el género, la orientación sexual, por lo que, poner
en práctica modos de actuación basados en los valores de igualdad, democracia y
solidaridad, como la producción y la distribución de bienes y servicios por
parte del Estado, cooperativas dirigidas por los propios trabajadores, la economía
del bien común, redes colaborativas, software libre, entre otras, pueden ser
directamente anticapitalistas o, sencillamente, no capitalistas.
En este
caso, la superación hacia un sistema un poco más justo y democrático solo pasará
por un proceso gradual transcendente en el tiempo, que busque, desee y necesite
un cambio. Un cambio que debe fundamentarse en valores igualitarios,
democráticos y solidarios. Es luchar por algo que permita superar un sistema
intrínsecamente injusto y establecer una relación de compromiso sobre lo que es
bueno para todos, a través de poner en el centro de la sociedad las diferencias
individuales, tomando como base la constitución de todos los humanos: La
Declaración Universal de los Derechos Humanos.
BIBLIOGRAFÍA
Gándara Carballido, Manuel (2019). Los Derechos Humanos en el siglo XXI. Una
mirada desde el pensamiento crítico. Instituto Joaquín Herrera Flores. 1a ed. -
Ciudad Autónoma de Buenos Aires: CLACSO, Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales,
2019. Librería Latinoamericana y Caribeña de Ciencias
Sociales Conocimiento Abierto, Conocimiento Libre. http://biblioteca.clacso.edu.ar/clacso/se/20190830102123/Derechos_Humanos_sigloXXI.pdf
Montes Mora, Jaume. ¿Cómo ser
anticapitalista en el siglo XXI? Una nueva perspectiva radical de la mano de
Erik Olin Wright. https://latrivial.org/como-ser-anticapitalista-en-el-siglo-xxi-una-nueva-perspectiva-radical-de-la-mano-de-erik-olin-wright/